Balduino IV de Jerusalén: El Rey Leproso que Salvó la Ciudad Santa
La Herencia del Reino de Jerusalén
Tras la exitosa Primera Cruzada, se estableció un reino cristiano en la región del Levante Mediterráneo, dentro del territorio musulmán. Este reino de Jerusalén sobreviviría durante dos siglos, hasta la caída de San Juan de Acre en 1291. Durante ese periodo, veintitrés reyes cristianos se sentaron en el trono jerosolimitano. De entre todos ellos, uno destacó por sobre los demás: Balduino IV.
Balduino fue educado desde niño para ceñir la corona de Jerusalén. Esto significaba comandar cruzados en batalla, levantar fortalezas, resistir asedios y enfrentarse a intrincadas intrigas políticas. El reino no gozaba de paz, especialmente después de las campañas de su padre, Amalarico I, contra el caudillo árabe Nur al-Din en Damasco y los fatimíes por el control de Egipto.
El Descubrimiento de la Enfermedad
Cuando Balduino era apenas un niño de nueve años, su tutor, el historiador de las cruzadas y posterior arzobispo de Tiro, Guillermo de Tiro, descubrió que el joven príncipe padecía de lepra. Esta noticia fue devastadora, pues en el siglo XII, la lepra era considerada no sólo una enfermedad del cuerpo, sino también del alma, un castigo divino por los pecados.
Balduino estaba condenado a una muerte temprana, y peor aún, se le consideraba incapaz de tener descendencia debido a la naturaleza contagiosa de su enfermedad. Su sobrino, hijo de su hermana Sibila, sería quien le sucedería como Balduino V. Sin embargo, a pesar de lo corto que sería su reinado, Balduino IV dejaría una profunda huella en su reino y en sus enemigos.
El Joven Rey Leproso
Cuando su padre Amalarico murió, Balduino, con sólo trece años, se convirtió en el sexto rey de Jerusalén, bajo la regencia de otros. Nadie apostaba por una larga permanencia de aquel leproso en el trono; de hecho, la corte pensaba que ni siquiera llegaría a la mayoría de edad. Los cortesanos se dedicaron a influir sobre los candidatos a la sucesión, su hermana Sibila y su hermanastra Isabel de Jerusalén.
Sin embargo, Balduino llegó a la mayoría de edad dos años después y asumió el gobierno, sorprendiendo a todos. Incluso el gran sultán Saladino cometió el error de infravalorarlo, creyendo que el reino estaba al borde del desgobierno y sin defensas. Saladino invadió Jerusalén al frente de 27.000 mamelucos, pero se toparía con un joven rey leproso de dieciséis años, determinado a defender su reino.
La Batalla de Montgisard
Balduino reunió a todos los caballeros que pudo y se puso al frente de ellos: 375 cruzados, incluyendo 80 caballeros templarios, más una infantería reclutada a toda prisa de menos de 4.000 hombres. Con ese ejército, el rey Balduino protagonizó la mayor gesta que vio el Reino de Jerusalén.
Atacó a Saladino por la retaguardia y derrotó a su ejército hasta el punto de que el sultán sólo pudo salvar su vida gracias a la abnegación de los mamelucos de su guardia personal, que dieron la vida protegiendo su huida. El arrojo en la batalla de aquel adolescente leproso dio a sus menguadas tropas el valor necesario para la victoria aquel día en Montgisard. Balduino había salvado Jerusalén, y Saladino habría de esperar veinte años más, ya muerto el rey leproso, para poder conquistarla.
Un Rey Integrador y Pacificador
Pero Balduino IV no fue sólo un rey guerrero, sino también un rey integrador y pacificador. El geógrafo y viajero andalusí Ibn Yubair, que recorrió el mundo árabe y los reinos cristianos de Tierra Santa, relata en su Rihla (Libro de Viajes) cómo los musulmanes vivían seguros y en paz bajo la dominación cristiana y el gobierno de aquel rey, a quien sus correligionarios llamaban "el rey cerdo" debido a su aspecto.
Balduino buscó la paz entre cristianos y musulmanes, a diferencia de la política expansionista, cruel y amoral de su padre y abuelo. Esto le valió el respeto tanto de sus súbditos cristianos como de sus enemigos musulmanes, convirtiéndolo en el mejor y más querido de los reyes de Jerusalén.
Un Legado Perdurable
A pesar de su corto reinado y de las adversidades que enfrentó, Balduino IV dejó una profunda huella en el Reino de Jerusalén. Logró salvar la ciudad santa de la conquista de Saladino, demostrando una valentía y liderazgo sorprendentes para su edad y condición.
Pero más allá de sus hazañas militares, Balduino se distinguió por su labor como rey integrador y pacificador, ganándose el respeto de cristianos y musulmanes. Su legado perduraría más allá de su propio reinado, convirtiéndolo en uno de los monarcas más destacados de la historia del Reino de Jerusalén.
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